Y justo hoy hace 5 años de aquella entrada en el quirófano. El aborto anterior quizás fue más fácil , pues no hubo necesidad de legrado, pero esta vez el miedo de enfrentarme por primera vez a meterme en un quirófano , unido al terror de todo lo que tuviera que ver con agujas, vías, jeringuillas, sangre… hicieron que no durmiera en toda la noche.
Mi madre había llegado unos dos días antes. Recuerdo que al abrirle la puerta de casa me la encontré llorando diciendo que venía a ayudar. Lo cierto es que prefería haber pasado todo aquello sin hacérselo pasar a ella. Saber que todo lo que me estaba ocurriendo le haría recordar todo su trauma de 14 años intentando quedarse embarazada , me hacía sentir mas culpable por tener que hacérselo revivir en el presente que me tocaba y tenía la sensación de que me tendría que hacer cargo en ese momento de ese sentimiento, más todo lo que se me venía encima. A pesar de ello entendía que ella quisiera estar, y si le hubiese negado el hecho de venir , ella posiblemente lo pasaría peor, aunque en ese momento lo que necesitaba era el menor de los dramas y la mayor normalidad. A pesar de todo, agradecí su presencia, porque me habría sentido muy sola.
Recuerdo aquella mañana de ayuno con mi traje azul y mis botas de invierno negras como si fuera hoy. Me desperté algo mareada por el sueño y no haber comido . Estaba totalmente sedienta sin tan siquiera poder beber un trago de agua. Me sentía como en una nube, temblando por dentro con escalofríos que solo sentía y eran visibles dentro de mi.
Al llegar a la clínica agradecí tanta amabilidad de las enfermeras. Ellas estarían acostumbradas a las mil mujeres que pasaban por allí a lo mismo que yo, pero su comprensión y su cariño se la agradeceré eternamente. Después del temido momento de que me pusieran las vías y las pastillas para comenzar a abortar empezaron los cólicos, dolores y escalofríos. Ya mi marido hacía un rato que se había marchado a entrenar y yo intentaba sonreír para que mi madre no se agobiase más.
Cuando entré al quirófano estaba sobrepasada por tanta novedad. Sentí el frío de aquellas paredes de azulejos blancos por todos los rincones de mi cuerpo mientas me ataban los brazos a la camilla y me colocaban con las piernas abiertas entre las cuales sacarían toda mi esperanza ya sin vida.
Siempre hay un momento divertido y gracioso por muy angustiante o dolorosa que sea una situación, es algo que la vida me ha demostrado en mas de una ocasión. Y es que recuerdo como el anestesista me pedía que contase hacia atrás desde 10 y yo, al oírme totalmente drogada por la anestesia, me comencé a reír a carcajadas de mi misma. Ese fue mi ultimo recuerdo en el quirófano, yo riéndome de mi misma, de mi propia tragicomedia…
(Continuará)