Ángel de Probeta VIII (Mi propia tragicomedia).

    Y justo hoy hace 5 años de aquella entrada en el quirófano. El aborto anterior quizás fue más fácil , pues no hubo necesidad de legrado, pero esta vez el miedo de enfrentarme por primera vez a meterme en un quirófano , unido al terror de todo lo que tuviera que ver con agujas, vías, jeringuillas, sangre… hicieron que no durmiera en toda la noche.

    Mi madre había llegado unos dos días antes. Recuerdo que al abrirle la puerta de casa me la encontré llorando diciendo que venía a ayudar.  Lo cierto es que prefería haber pasado todo aquello sin hacérselo pasar a ella. Saber que todo lo que me estaba ocurriendo le haría recordar todo su trauma de 14 años intentando quedarse embarazada , me hacía sentir mas culpable por tener que hacérselo revivir en  el presente que me tocaba y tenía la sensación de que me tendría que hacer cargo en ese momento de ese sentimiento, más todo lo que se me venía encima. A pesar de ello entendía que ella quisiera estar, y  si le hubiese negado el hecho de venir , ella posiblemente lo pasaría peor, aunque en ese momento lo que necesitaba era el menor de los dramas y la mayor normalidad. A pesar de todo, agradecí su presencia, porque me habría sentido muy sola.

    Recuerdo aquella mañana de ayuno con mi traje azul y mis botas de invierno negras como si fuera hoy. Me desperté algo mareada por el sueño y no haber comido . Estaba totalmente sedienta sin tan siquiera poder beber un trago de agua. Me sentía como en una nube, temblando por dentro con escalofríos que solo sentía y eran visibles dentro de mi.

    Al llegar a la clínica agradecí tanta amabilidad de las enfermeras. Ellas estarían acostumbradas a las mil mujeres que pasaban por allí a lo mismo que yo, pero su comprensión y su cariño se la agradeceré eternamente. Después del temido momento de que me pusieran las vías y las pastillas para comenzar a abortar empezaron los cólicos, dolores y escalofríos. Ya mi marido hacía un rato que se había marchado a entrenar y yo intentaba sonreír para que mi madre no se agobiase más.

    Cuando entré al quirófano estaba sobrepasada por tanta novedad. Sentí el frío de aquellas paredes de azulejos blancos por todos los rincones de mi cuerpo mientas me ataban los brazos a la camilla y me colocaban con las piernas abiertas entre las cuales sacarían toda mi esperanza ya sin vida.

    Siempre hay un momento divertido y gracioso por muy angustiante o dolorosa que sea una situación, es algo que la vida me ha demostrado en mas de una ocasión. Y es que recuerdo como el anestesista me pedía que contase hacia atrás desde 10 y yo, al oírme totalmente drogada por la anestesia, me comencé a reír a carcajadas de mi misma. Ese fue mi ultimo recuerdo en el quirófano, yo riéndome de mi misma, de mi propia tragicomedia…

(Continuará)

Fragmento del libro… Los monstruos de …

Para l@s que preguntáis como va el libro… un pequeño fragmento…

 

-Es esa manera enfermiza que tienes de amar Dasha – decía la anciana intentando convencerla.

-¡No es enfermiza! .-Gritó ella entre rota y enrabietada. -Simplemente me lanzo al vacío.

-¡A eso mismo me refiero niña!.

-¿Qué otra manera puede existir de volar?.

-Es que sigues sin darte cuenta que en el vacío no hay nada y te golpearas con cada una de las piedras del pedregoso y estrecho túnel por el que te estas lanzando.

-De eso exactamente se trata , de volar mientras esperas que te rescaten de cada uno de los golpes. ¿Qué otra cosa puede ser el amor?. No podemos aprender a volar, como no se puede aprender a amar. Ocurre que simplemente vuelas , simplemente amas. Jamás has amado si no has dicho que prometes nunca jamás volver a hacerlo. No sabes lo que es el amor hasta que conoces el desamor – sentenció la chica con la mirada vacía . Aún se le encogía la piel al recordar como se posaba la luz del sol sobre el mar en los trayectos en coche con él. Recordaba cada segmento de los rincones que recorrió en su compañía y cada uno de los diálogos y promesas hechas con jugueteos de manos entrelazadas llenas de caricias que ella sentía como el mas fino de los terciopelos.

La anciana no paraba en el intento de hacerle ver  que todo aquello era la tormenta de un amor enmascarado detrás de mil promesas vacías y engaños para llevarse el tintineo del brillo de sus ojos y apagarla aún más. Intentaba mostrarle que lo único que se llevaría consigo era conseguir que más monstruos la inundaran y terminasen de anegarla. Quería hacerle partícipe del juego de las verdades a medias, más peligrosas y confusas que las mentiras. Intentaba hacerle descubrir por ella misma que todo aquello que no se dice suele guardar más que callar que una mentira.

-¿Y como sabes realmente que lo amas?.- Insistía la anciana en sus intentos de aclararle las ideas. Normalmente no preguntaba, dejaba que Dasha hablase y hablase, pues creía en la idea de que se obtiene más sinceridad de las palabras cuando no son preguntadas , pues una respuesta siempre es preparada, pero lo dicho sin preguntar muestra más del sendero por el que alguien te quiere llevar.

-Porque me duele cuando lo miro y le sonrío.- contestó con desanimo Dasha.

-Discúlpame , no lo entiendo .

-Un vacío recorre cada parte que queda inherte en mí cuando veo en sus ojos que mi sonrisa no es la más bonita y más eterna del mundo para él . Lo sé porque algo se rompía en mí cuando no me miraba como si fuera el ser más extraordinario y especial en su planeta ; cuando sabía que podía ser sustituida en cada momento , daba igual por quien. – decía Dasha mientras lloraba desconsolada. Ella sabía que realmente lo amaba porque en ese momento era el único ser en el mundo que era capaz de romperle el alma y de vaciar el poco brillo que los golpes de la vida le había dejado y que tanto esfuerzo le había costado mantener.

– Por lo que me dices, veo que es muy peligroso que te metas en el pozo a luchar con ese monstruo, con esos pensamientos. – decía la anciana atemorizada. Era la  primera vez que realmente respetaba cada uno de aquellos sentimientos nuevos para ella. – Tal y como veo que sientes, jamás lograrás deshacerte de ese monstruo. Ésta vez no.

-Es la primera vez que estoy segura que lo ganaré, y sé que el único camino es ese.

-¿A qué te refieres ?, ¿ qué piensas hacer ?

-Seguir amándolo .

-Es una estrategia absurda, sabes que te romperá el alma y eso te tendrá atada a ese mundo y tiempo y quizás no puedas volver. – La anciana no sabía si en esas circunstancias podría realmente encontrar el modo de hacerla regresar a la época en la que hablaban. Sabía parar el tiempo, volver atrás y adelantarlo, pero sacar a alguien de un tiempo del que no quería volver era una tarea que nunca tuvo éxito en sus intentos anteriores.

Pero es que Dasha tenía claro que la única manera de ganar a este monstruo era esa. Buscaba exactamente eso que temía la anciana, que le rompieran el alma. Que la rompieran en tantos pedazos que al recomponerse ninguno encajase en su antiguo lugar y simplemente tuviera que ser otra. Otra tan diferente que jamás hubiese sido capaz de memorizar de él, la manera exacta en la que encajaban cada una de las muescas de sus dientes cuando sonreía. Ser capaz de ser aquella que nunca se daría cuenta de lo bien que olía su pelo al besarlo por las mañanas, entre las sábanas que aún estaban calientes del calor de aquellas noches llenas de manos que tocaban y agarraban deseosas de atrapar cada movimiento de sus caderas desesperadas por atrapar los vaivenes de sus deseos. Y es que no se podía permitir recordar la presión de sus dedos sobre su piel o el sonido de sus besos cerca del oído. Tenía que convertirse en aquella que no necesitaba el calor de su respiración para calmarse ni supiese ver cuando sus ojos necesitaban un beso en el cuello que terminase en mil besos mas.

Esa noche, era la primera vez que Dasha tenía en su mano el plan de viaje. Lo cierto es que no estaba temerosa porque no fuese la anciana quien estableciera las pautas a seguir para acabar con el monstruo. Sabía que esta lucha era únicamente suya, que solo ella la entendía de la manera que la sentía y que nadie, solo ella, sabría como enfrentarse a esa parte de su universo.

Preparó todo como de costumbre. Se despidió de la anciana antes de empezar el ritual. El cielo estaba despejado y podía distinguir las estrellas sin dificultad. Mientras se desnudaba descorchó la última botella de vino búlgaro que le quedaba en la despensa y observó que esa noche el pozo estaba algo inundado de las lluvias de aquella mañana. Recordó que la última vez que se metió en aquella especie de hoyo cósmico con el agua fría de la lluvia, mirar las estrellas le reconfortó. Sabía que pasase lo que pasase solo sería una grieta más en ella, y que la anciana le había enseñado a no tener que temerlas, pues es por ahí por donde entraba La Luz.

Continuará…

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