PRIMERA PARTE : Ángel de Probeta Parte VII Segunda Estrella ( La que me ilumina el mar ) CLIK AQUÍ.
SEGUNDA PARTE : ÁNGEL DE PROBETA VII SEGUNDA ESTRELLA (CONTINUACIÓN)
Y solo necesite un ¿qué tal estas?, de la primera persona que tuvo la delicadeza de preguntarlo, la secretaria , para venirme abajo. Y es que los hombres a los que les toca vivir una experiencia así , seguramente lo pasaran mal, pero la devastadora sensación de que hay alguien sin vida dentro de ti te apaga rincones del alma que necesitas para respirar; te ahoga; te oprime el vacío que llevas en tu vientre lleno de sin vida. La insensibilidad de quién no lo entiende es cortante y punzante , terriblemente abofeteante . Y tras ello, solo puedo dar las gracias a Irini, la ginecóloga que trajo a mi hijo al mundo , porque mi útero fue parte de su vida hasta que ella misma lo vació para llenar mi vida de él, de mi bebé.
Recuerdo llorar en el mostrador pagando la consulta mientras llamaban al seguro privado a ver qué parte de todo aquel cuento de terror cubrían. Entonces me tuve que secar las lágrimas para volver a cruzar, sin llamar la atención, la sala de espera repleta de barriguitas llenas de vida para ir a la oficina de administración y solucionar, justo en ese preciso momento, el lío que tenían con la cobertura del seguro que finalmente si cubría toda la masacre de mis ilusiones .
Allí estaba, en el lugar que menos necesitaba estar, manteniendo a raya la respiración de mis pensamientos , para que no salieran por mis ojos toda la tristeza y el abismo que llevaba dentro.
El camino a casa fue horroroso. Lo peor es que ese tipo de trayectos se repetirían con los años . No sabía cómo dar ánimos pues sentía que yo era culpable; no sabía qué decir; no sabía si necesitaba consolar o ser consolada y aunque lo que quería en ese momento era meterme en la cueva más lejana y oscura de la tierra, que nadie me viera ni preguntase y ser olvidada , los gestos a mi alrededor me hicieron saber que otra vez me tenía que salvar yo misma, nadie lo haría por mi. Tenía que ser yo y no iba a ser tan fácil esta vez porque tendría que esperar días hasta que me hicieran el legrado, con un bebé sin vida dentro de mi vientre, pero sobre todo, dentro de mi cabeza cada segmento de los segundos que tiene el día. Mi mente tenía que remar y remar, una vez más, en el río caudaloso de mi desesperanza para no caer por la catarata que todo aquello había creado dentro del cajón reservado a mis traumas …
Ningún límite tiene tú nombre…