Primero que nada, dar las gracias por tantos mensajes de cariño ,especialmente, de todas las que seguís mi Blog. Gracias por desear de esa manera , nuevas entradas de Ángel de Probeta.
Ahora mismo mi vida es un tanto caótica; con mil novedades ; mil incertidumbres y alguna que otra lucha interna. Eso me hace pensar que no es el momento de escribir sobre mi experiencia acerca de lo que he vivido , aunque por otro lado tener mil emociones en la orilla de mi vida , puede que sea ideal para expresar de manera más intensa todo. Y esto último es lo que me va a guiar en la nueva entrada de Ángel de Probeta.
Dejé la narración de mi experiencia en mi primera pérdida . Esa que pasé en el sofá haciéndome la fuerte y sonriendo ilusa a lo que se me vendría encima. Lo cierto es que mi reacción no fue ir desesperadamente a por otro bebé . Muchas lo hacen, pero en mi caso, sabía que no era la mejor opción para mí, para mi manera de ser y de tomarme las cosas.
Normalmente me desilusiono espantosamente con todo lo que me falla a mi alrededor . Ya sea una persona o situación, cuando me falla , lo alejo dentro de mí , casi sin querer, con dolor, eso sí, pero un mecanismo automático se activa dentro de mi caos, con la paradoja de evitar hacerme sufrir sufriendo, y eso pasó .
De pronto ya no quería esa situación . Me ilusionaba , pero ya no la quería . Νo quería verme, en ese momento , buscando otro bebé con la desesperanza de volver a perderlo, y decidí que el tiempo y mi maravillosa vida me curaran.
Mi vida en ese momento era bastante divertida o entretenida . Lo cierto es que era feliz. Una ciudad que me gustaba, gente alrededor que me divertía , juventud para no tener prisas y un marido al que quería.
Los nervios y la emoción del ascenso del equipo donde jugaba mi marido hicieron más llevadero el hecho de que no me rondase en la cabeza el deseo de ser madre. Todo me tenía bastante entretenida . Y pasados unos 7 meses, en las que fueron mis últimas vacaciones hasta la fecha, un crucero muy movido y que recuerdo algo estresante , dió de sí otro embarazo. Y como todos hasta la fecha, un dolor lumbar y un retraso escaso de un par de días nos llevaron a la farmacia a por El Segundo positivo. Allí estaba, mirando el predictor , sin realmente ningún miedo, pues haber dejado pasar un tiempo me había dado el poder de alejar el pensamiento de que algo así pudiese volver a pasar . Y efectivamente algo así no pasó , fue tremendamente peor , y por desgracia , seguiría superándose .
Mi madre en cuanto supo la noticia preparó un viaje para venir desde Canarias y que no fuera sola a la primera ecografía. Las pretemporadas en el fútbol son lo que tienen. Y allí estábamos escuchando el latido de mi segunda esperanza, de mi segunda estrella , que ahora ilumina desde algún lugar. Mi madre llorando y yo ajena a tanta emoción , feliz pero sin entender sus lágrimas.
Recuerdo salir exultante de la consulta. Estaba tan tan feliz por aquella música que había salido desde mi vientre, que nada me podía hacer tocar el suelo con los pies . Entonces ese sonido , ese pum pum, me hacía levitar. En adelante, en los siguientes embarazos , solo me hacían volver a respirar . Pero disfruté de ese vuelo. Allí estaba tirada y hecha polvo con unas nauseas desesperantes, un apetito extraño y deambulante del baño al sofá con unas intensas ganas de dormir, pero feliz. Recordar ese pum pum me hacía extraordinaria .
En la segunda consulta todo marchaba , oí ese pum pum , esta vez sola , y no sabía cómo explicárselo a mi marido. Recuerdo solo sonreír, sin miedos, con mucha mucha ilusión.
Siempre fui todo un desastre a la hora de hacerme análisis de sangre, ahí empezó mi entrenamiento . Aún recuerdo que me desmayaba entonces. Lo que daría hoy por no tener que haberlo superado por tanta repetición . Si en ese momento me hubiesen dicho que en el futuro sería capaz de pincharme cada día a mí misma, no lo habría creído. Y es que nadie que no haya pasado por todo esto, por todas las pruebas, a veces dolorosas, no sabe cuán agujereadas terminamos en muchos sentidos. Lo peor es q no te taladra solo la piel o atraviesa las entrañas , sino que agrieta el alma .
Para cuando mi marido pudo ir a la ecografía, ilusionado por escuchar aquella música de la que yo no paraba de hablar , pasó. Allí estaba tumbada en esa camilla mirándole para no perderme su sonrisa al escucharlo. Pero la sonrisa nunca llegó , porque no hubo sonido. Ya nunca más esa estrella sonaría . Lo único que retumbó en mi cabeza fueron las palabras del ginecólogo , que con total naturalidad dijo, parecer ser que no.
Y mientras me vestía sola en aquel baño frío de azulejos blancos, intentaba no ser invadida por alguna emoción que no me permitiera enfrentarme a los momentos inmediatamente posteriores sin una lágrima . Y sin retrasarme volví a entrar en la consulta dónde estaba el ginecólogo hablando sobre fútbol con mi marido y me senté intentando evitar mirarlo a él para no llorar . Lo cierto es que no recuerdo una sola palabra del doctor en ese momento, solo recuerdo sentir que le había vuelto a fallar, que él venía ilusionado por escuchar a su bebé y que yo no había sido capaz . Recuerdo una sensación de culpabilidad que no se detendría ahí, que continuaría creciendo. Una sensación de la que nadie te habla, para la que nadie te prepara, que por mucha lógica , preparación, análisis de la situación que tengas , no puedes evitar. Porque te sientes menos, te sientes culpable, te sientes diferente, un bicho raro y tarado incapaz de conseguir eso que parece tan fácil en otras. Y te sientes no merecedora de mil cosas , incluso de esas miradas o palabras de aliento , porque te das lástima y tan siquiera lo expresas. Y sabes que no es tu culpa, pero ocurre en ti, lo que hace que no puedas desligar ese hecho causal natural. Ese hecho que además nadie te explica . Es una lucha realmente aterradora que nadie entiende del todo si no la pasa en su piel.
Cuando salí de la consulta ya los pies tocaban el suelo y no sólo eso, iba arrastrando el alma y la desilusión hasta el mostrador de entrada para pedir quirófano para el legrado. Iba directa y decidida, aún sin haber cruzado una palabra ni mirada con mi marido. Temía derrumbarme al mirarlo y que todos me vieran llorar . Temía que si lo miraba me terminase de romper y no pudiese evitarle el mal rato de tener que pedir cita para el quirófano. Era una especie de «ha sido mi fallo, yo tengo que hacerme cargo».
Y allí me planté , delante de la secretaria, con una falsa sonrisa, estoica e inquebrantable en apariencia , hasta que ella, una mujer, después de tanta conversación entre hombres , me preguntó ¿ que tal estás ? …
Continuará…
Y quiero pensar que eres tú, que fuiste creada sobre el mar, la estrella que me ilumina cuando lo miro…
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Mi valiente y dura. Mi miedosa y sensible, mi niña con su estrella. Mi sobrina
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